lunes, 13 de septiembre de 2010

Ringo y yo

Hoy agregué en el gimnasio práctica de boxeo. Y en la concentración que implica el ritmo del puching ball, comencé a recordar mis 12 años cuando practicaba el mismo deporte en Huracán, bajo las órdenes de los míticos hermanos Rago.
Pero especialmente recuerdo a Ringo Bonavena, que día a día entrenaba en el club. Todos dicen que era un chico grande, y efectivamente lo era. Gigante como una pared (más para mis 12 años), pero con el corazón de un verdadero chico de barrio, capaz de ponerse a jugar con nosotros, de dejarnos hacer guantes con él, de fingir que lo noqueábamos. Y todos los días se permitía jugar.
Tan buen amigo era, que casi se fundió prestando plata que nunca le devolvieron.
Su historia en Estados Unidos y su trágico fin allí, están lejos del Ringo que yo conocí.
Prefiero recordar al que jugaba conmigo y me regalaba su risa franca.

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