Uno trata de ser honesto con sus sentimientos, con sus sensaciones. Trata de llegar a la esencia de una mujer de la manera más limpia que puede. Trata de no hacer daño a través de la mentira, aunque la verdad duela.
Avanza muy lentamente, porque la meta es alegrar un corazón y, porqué no, una piel. Esa es la meta, y no ganar un trofeo a cualquier precio.
Mis maestros de la vida (artistas de mayor o menor fama, cantantes de tango curtidos en la noche porteña, mujeres sin edad habitantes de lugares mínimos de dudosa iluminación, etc.), empezaron a forjar mi vida desde los 15 años, y me enseñaron algo que muchos desconocen: CÓDIGOS.
Cuando pudiste hablar hasta el amanecer con Goyeneche, Carlos Paiva, Floreal Ruiz, Alberto Marino o Néstor Marconi, en la mesa de cualquier tanguería de barrio. Cuando sentiste que las chicas que a fuerza de alcohol y dinero derribaban empresarios, dejaban de lado sus intereses y te adoptaban para enseñarte todos los trucos de la magia de la seducción. Cuando te sentaste a observar en silencio como nacía una pintura. Cuando mamaste todo eso desde adolescente, aprendés que las mujeres son tremendamente fuertes, pero también tiernamente frágiles. Aprendés la facilidad con que podés dañar su sensibilidad y, cuando cosechás tu siembra, la mujer se ha transformado en leona porque no le diste otra posibilidad, porque destruiste su confianza y tuvo que mutar la suavidad de su piel en la dureza de una armadura.
Y convocando la sabiduría de todos mis maestros de la vida, mis hermanos de la vida, mis compañeros de ruta, digo y sostengo que los hombres tenemos mil formas de llegar a una mujer, la mayoría de ellas de una falta de imaginación que sólo la indulgencia de la destinataria puede disimular.
Pero de todas esas "tácticas", digo y sostengo que la más vil de todas es la del "hermanito" o "pobrecito". Este especimen es particularmente despreciable porque nunca confiesa sus verdaderas intenciones, escondiéndose en el personaje de amigo servil y hermano eunuco. Permanece agazapado a ver qué sobras puede rapiñar de la mujer elegida, la cual generalmente se encuentra debilitada anímicamente y acepta la compañía del sujeto, lo que no haría jamás en condiciones normales.
La confunde, la saca de foco, la lleva a su juego lentamente, aconsejándola con aparente interés en el bienestar de ella, pero siempre llevando agua para su molino.
Afortunadamente, la mujer supera siempre sus bajones y renace más fuerte que antes, con lo cual este tipo de sujetos lo que se lleva de ella es NADA.
Tampoco toma en cuenta dos cosas fundamentales:
- La mujer SIEMPRE es la que toma la decisión, y si no le gusta alguien nada ni nadie la hace cambiar de idea.
- Si no hay piel entre ambos, NUNCA LA HABRÁ.
Por lo tanto, estos personajes tan despreciables para los hombres que vamos de frente, terminan siendo para esa mujer lo que intentaron aparentar: un HERMANITO ASEXUADO, EUNUCO Y SERVIL.
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